
Por Rafa Gómez-Santos Martín – Gateway Hispanic
El partido gobernante en México MORENA, ha formalizado un acuerdo de «intercambio de información» con el régimen cubano, una medida inquietante en términos de transparencia informativa.
La noticia, que ha comenzado a circular con la fuerza de un rumor inquietante, plantea serias interrogantes sobre la naturaleza y los objetivos de esta colaboración entre una fuerza política en el poder en una democracia y un gobierno con un largo historial de control informativo.
¿Se trata de un simple ejercicio de «aprendizaje mutuo» o de un preocupante acercamiento a modelos que poco tienen que ver con la pluralidad y la libertad de expresión que tanto pregona (hipócritamente, según muchos) la izquierda?
La confirmación, aunque envuelta en la habitual retórica de «cooperación» y «entendimiento», ha provocado una ola de reacciones de incredulidad y profunda preocupación. ¿Qué tipo de «experiencias» en materia de información podría buscar un partido que lidera una nación democrática en un régimen caracterizado por la férrea censura y la ausencia de una prensa libre e independiente? La pregunta resuena con fuerza en los círculos políticos y mediáticos que ven con recelo cualquier tipo de acercamiento a modelos que sistemáticamente han vulnerado los derechos fundamentales.
Los antecedentes no son precisamente tranquilizadores. Históricamente, ciertos sectores de la izquierda hispanoamericana han mostrado una peculiar fascinación por el modelo cubano, obviando convenientemente las críticas generalizadas sobre la falta de libertades y la persistente violación de los derechos humanos en la isla. Este nuevo acuerdo parece avivar esos fantasmas, sugiriendo una peligrosa inclinación hacia prácticas que distan mucho de los estándares democráticos que deberían guiar a cualquier gobierno comprometido con sus ciudadanos.
Mientras los líderes de MORENA argumentarán los beneficios de este «intercambio» para fortalecer sus estrategias de comunicación (¿acaso necesitan aprender a controlar el relato?), la oposición y la sociedad civil observan con lupa los detalles de un pacto que huele a secretismo y a una preocupante afinidad ideológica. ¿Se compartirán «mejores prácticas» en el manejo de la disidencia? ¿Se buscará emular la eficacia del régimen cubano en la difusión de una narrativa oficial monolítica? Las preguntas son incómodas, pero necesarias.
Desde una perspectiva que valora la transparencia y la rendición de cuentas como pilares fundamentales de una sociedad libre, este tipo de acuerdos genera una lógica desconfianza. La información es poder, y cualquier intento de influir en su flujo o controlarlo por parte del gobierno, especialmente en colaboración con regímenes cuestionados por su manejo de la prensa, debe ser objeto de la más exhaustiva vigilancia.
La libertad de expresión y el acceso a una información plural y veraz son antídotos contra la manipulación y el autoritarismo. Cualquier paso que pueda interpretarse como un debilitamiento de estos principios, ya sea por ingenuidad ideológica o por una calculada estrategia de control, representa un grave riesgo para la salud de nuestra democracia.
En este contexto, resulta más crucial que nunca reafirmar los valores que han sustentado las sociedades libres y prósperas: la transparencia, la rendición de cuentas, la libertad de prensa y el respeto irrestricto por los derechos individuales.
Cualquier sombra de duda sobre la independencia de la información y su potencial manipulación debe ser confrontada con firmeza. La ciudadanía, consciente de la importancia de una prensa libre y crítica, sabrá discernir entre los cantos de sirena de modelos autoritarios y la solidez de una democracia que se basa en la verdad y la pluralidad de voces.
Este «acuerdo informativo» entre MORENA y Cuba no es solo una noticia; es un recordatorio de la vigilancia constante que exige la defensa de nuestros valores más preciados.
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