
Por Joana Campos – Gateway Hispanic
La policía de Hong Kong ha detenido a familiares del excandidato conservador canadiense Joe Tay, blanco de operaciones de interferencia electoral de Beijing durante las recientes elecciones federales en Canadá.
Esta acción, reportada por The Bureau, marca una escalada en la estrategia del Partido Comunista Chino (PCCh) para intimidar a opositores más allá de sus fronteras.
Los detenidos son el primo de Tay y su esposa, interrogados en Hong Kong en un aparente intento de presionar al gobierno canadiense bajo el primer ministro liberal Mark Carney.
La detención ocurre días después de la reunión de Carney con la Casa Blanca el 6 de mayo, lo que sugiere una maniobra del PCCh para probar la resolución de Ottawa frente a la influencia extranjera.
Tay, quien enfrentó una campaña coordinada de desinformación en WeChat y amenazas que lo obligaron a suspender actos presenciales, fue acusado por Hong Kong en diciembre de 2024 de “incitación a la secesión” y “colusión con fuerzas extranjeras” por operar la plataforma HongKonger Station.
El 30 de abril, la policía hongkonesa arrestó al padre y hermano de la activista prodemocracia Anna Kwok, acusados de manejar sus finanzas bajo la draconiana Ley de Seguridad Nacional. Human Rights Watch y 87 organizaciones condenaron estas detenciones, calificándolas como un precedente alarmante.
Este caso, sumado a la detención de familiares de activistas como Frances Hui, evidencia una estrategia del Partido Comunista Chino para castigar a disidentes en el extranjero mediante la intimidación familiar, un patrón condenado por la ministra canadiense Mélanie Joly como una violación de normas internacionales.
La detención de los familiares de Joe Tay en Hong Kong no es solo un ataque personal, sino una advertencia del Partido Comunista Chino a las democracias que osen desafiar su influencia.
Mientras Ottawa guarda silencio y el primer ministro Carney enfrenta el escrutinio por su manejo de la interferencia extranjera, el mundo observa si Canadá cederá ante la coerción de Beijing o defenderá con firmeza su soberanía.
Estas tácticas de represión transnacional, documentadas por The Bureau y condenadas por observadores de derechos humanos, subrayan una verdad ineludible: el silencio cómplice de los líderes occidentales solo envalentona a un régimen que no respeta fronteras ni libertades.
La lucha de Tay es la de todos aquellos que resisten la tiranía, y su familia, ahora rehén de un sistema opresivo, merece una respuesta contundente que honre los principios democráticos.
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