
Por Rafael Marrero – The Gateway Hispanic
Desde hace más de una década, China ha desplegado una sofisticada red de equipos, sistemas y plataformas en la isla.
La semana pasada, miles de jóvenes cubanos tomaron las calles para protestar contra el aumento abrupto de las tarifas de acceso a Internet móvil impuesto por ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A.), el monopolio estatal de telecomunicaciones.
Aunque el régimen justifica esta decisión con el argumento de mayores costos de mantenimiento, todo indica que estamos ante algo más profundo y peligroso: la inminente cesión de la infraestructura crítica de telecomunicaciones de Cuba a la República Popular China.
Crisis económica y excusa técnica.
ETECSA ha declarado que los incrementos responden a “altos costos de mantenimiento de la red”, una justificación cuestionable en un país sumido en su peor crisis económica en tres décadas. Esta narrativa, sin embargo, podría estar sirviendo como pantalla técnica para justificar la intervención extranjera en un sector estratégico.
Específicamente, la intervención del Partido Comunista Chino (PCCh) mediante sus empresas estatales Huawei y ZTE, ambas sancionadas por Estados Unidos por espionaje y robo de propiedad intelectual.
El andamiaje chino en Cuba.
.Desde hace más de una década, China ha desplegado una sofisticada red de equipos, sistemas y plataformas en la isla. A continuación, se presenta un inventario técnico documentado por investigaciones abiertas y análisis de inteligencia:
- Servidores y plataformas Huawei/ZTE en nodos principales de ETECSA, utilizados para monitorear tráfico y almacenar metadatos de usuarios.
- Red GPON (Gigabit Passive Optical Network) distribuida por Huawei, que permite el acceso profundo al historial de navegación del usuario final.
- Estaciones base móviles 3G y 4G de ZTE, operativas en La Habana, Santiago, Santa Clara y zonas militares restringidas.
- Equipos de inspección profunda de paquetes (DPI), routers backbone, y firewalls avanzados fabricados por Huawei, ideales para censura masiva y control de contenido.
- Sistemas de videovigilancia, análisis facial y monitoreo remoto en coordinación con la tecnología de “ciudades seguras” usada por China en Venezuela, Bolivia e Irán.
Todo este sistema no solo permite vigilancia interna, sino que puede ser utilizado para operaciones de inteligencia ofensiva contra EEUU y aliados regionales.
¿Por qué Cuba?
La ubicación geográfica de Cuba convierte a la isla en una plataforma ideal para el espionaje electrónico chino. Desde Bejucal, una de las bases SIGINT más activas, los chinos pueden interceptar señales de radar, telecomunicaciones y satélites estadounidenses a tan solo 90 millas de Florida. Según el Pentágono, ya hay al menos 12 instalaciones de inteligencia electrónica chinas activas en territorio cubano.
Además, Cuba posee reservas significativas de níquel y cobalto, minerales críticos para la transición energética y la producción de semiconductores, baterías y armamento moderno. China busca controlar este recurso como parte de su estrategia de dominación de cadenas de suministro globales.
Cuba como zona piloto del autoritarismo digital.
La isla se ha convertido según expertos en un laboratorio del “modelo chino de control digital”. Nuestro think tank ha descrito y acuñado el uso del término ‘portaaviones’ geopolítico de espionaje” para describir a Cuba, desde el cual el régimen viene replicando técnicas de censura, vigilancia y represión digital que Pekín ha exportado a regímenes aliados.
Cuba, Venezuela y Nicaragua forman el llamado “eje digital del autoritarismo hispanoamericano”, todos con infraestructura crítica provista por empresas chinas.
Este modelo incluye:
- Supervisión permanente de redes sociales.
- Bloqueo de portales de noticias independientes.
- Interrupción selectiva del servicio durante protestas.
- Vigilancia de opositores, activistas y periodistas mediante tecnologías de reconocimiento facial.
Riesgos para la seguridad nacional de EE.UU.
La presencia de empresas como Huawei y ZTE no es neutral ni meramente comercial. Según el FBI, ambas actúan como “extensiones de la inteligencia militar china” y su presencia en telecomunicaciones latinoamericanas representa una amenaza directa.
Desde Cuba, estas plataformas podrían facilitar:
- Intercepción de comunicaciones diplomáticas y militares de EEUU.
- Vigilancia a contratistas estadounidenses en el Caribe.
- Acceso a redes logísticas, portuarias y de energía vinculadas al Comando Sur.
- Ataques de pulso electromagnético (EMP) desde territorio cubano, según advierten fuentes de defensa.
¿Una “crisis de los misiles” digital?
Lo que estamos presenciando hoy recuerda, en versión silenciosa, a la crisis de los misiles de 1962. Solo que ahora los misiles no son balísticos, sino cibernéticos. Y el adversario no es Moscú, sino Pekín. La diferencia es que los sistemas de vigilancia y control no requieren lanzaderas visibles ni plataformas móviles. Se esconden en centros de datos, routers, cables submarinos y estaciones de radiocomunicación.
¿Qué debe hacer EEUU?
El Gobierno estadounidense no puede seguir reaccionando con lentitud ante esta creciente amenaza en su vecindad inmediata. Desde MSI² recomendamos:
- Imponer sanciones específicas a funcionarios de ETECSA y operadores militares vinculados al despliegue de tecnologías chinas en la isla.
- Crear una Fuerza de Tarea Hemisférica de Ciberdefensa, liderada por el Comando Sur y con participación de aliados como Colombia, Brasil y República Dominicana.
- Cerrar la puerta al financiamiento externo indirecto de ETECSA a través de remesas disfrazadas de pagos por servicios digitales.
- Exigir auditorías tecnológicas multilaterales, en colaboración con la OEA y el BID, sobre las redes críticas en la región.
La narrativa de “costos de mantenimiento” con la que ETECSA intenta justificar las tarifas abusivas, esconde una verdad más inquietante: el régimen castrista está allanando el camino para que China asuma el control operacional de las telecomunicaciones cubanas.
De concretarse esta cesión digital, Estados Unidos no solo perdería el acceso a un flanco estratégico clave en el Caribe, sino que permitiría a su principal adversario geopolítico operar libremente desde su patio trasero. Ya no es tiempo de advertencias. Es tiempo de actuar.
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