Por Rebeca Crespo – La Gaceta de la Iberoesfera
Mientras las élites climáticas y los grandes medios insisten en describir el dióxido de carbono como el gran enemigo planetario, la evidencia científica acumula datos que demuestran su papel esencial en el impulso natural de la vegetación global. El CO₂, indispensable para la fotosíntesis y la vida vegetal, está contribuyendo de forma sostenida al crecimiento de árboles, bosques y cultivos en todo el planeta.
Desde hace cuatro décadas, el aumento progresivo del CO₂ en la atmósfera —tras siglos en niveles históricamente bajos— ha favorecido un crecimiento neto de la biomasa vegetal superior al 15% a escala global. Las plantas, adaptadas evolutivamente a niveles de CO₂ tres veces superiores a los actuales, responden con mayor fotosíntesis, más resistencia a la sequía y mayor producción de madera, hojas y frutos.
Varios experimentos controlados así lo han demostrado. En Inglaterra, el Instituto de Investigación Forestal de Birmingham desarrolla desde 2017 un experimento FACE (Enriquecimiento de Dióxido de Carbono en Aire Libre) sobre robles de 180 años en Staffordshire. Al aumentar la concentración de CO₂ a 550 ppm, los árboles han registrado un crecimiento un 10% superior, con un aumento significativo en la producción de madera. Además, la tasa de fotosíntesis de estos robles maduros ha crecido hasta un 33% bajo luz solar intensa. Los árboles no sólo crecen más, sino que mantienen estable su equilibrio de nutrientes, adaptándose a los cambios.
En Estados Unidos, en el bosque de pinos Duke, en Carolina del Norte, otro experimento FACE prolongado mostró un incremento anual del 27% en el crecimiento al incrementar los niveles de CO₂ en 200 partes por millón (ppm) adicionales. Allí, las tasas de fotosíntesis en el dosel alcanzaron aumentos del 50%.
Estos experimentos confirman un fenómeno más amplio. En un reciente y exhaustivo estudio global liderado por los investigadores españoles Oliver Gutiérrez-Hernández y Luis V. García, de la Universidad de Málaga, se analizaron 42 años de datos satelitales (1982-2023) del Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada. Aplicando un nuevo método estadístico, capaz de filtrar los falsos positivos que distorsionan otros estudios, los autores han concluido que el 38% de la superficie terrestre muestra tendencias vegetativas significativas, de las cuales el 76% corresponde a reverdecimiento. En las zonas más densamente vegetadas, este porcentaje se eleva hasta el 85%.
El trabajo, uno de los más precisos realizados hasta ahora, confirma que este reverdecimiento global es particularmente acusado en Eurasia, incluyendo amplias zonas de Europa y China, aunque también es observable en otras regiones. Las causas son múltiples: fertilización por CO₂, cambios en el uso del suelo y variaciones climáticas regionales.
Mientras los responsables políticos en Europa apuestan por costosos programas de captura de carbono o restricciones para reducir las emisiones que, en la mayoría de casos, no tienen en cuenta las consecuencias socioeconómicas negativas, la naturaleza continúa absorbiendo enormes cantidades de este gas de forma natural, como parte de un ciclo que lleva funcionando cientos de millones de años.
Aunque sigue habiendo zonas que experimentan degradación, la evidencia muestra un cuadro mucho más matizado que el habitual discurso de emergencia permanente. Los datos invitan a un debate científico riguroso, alejado de eslóganes ideológicos, sobre el verdadero impacto del CO₂ en el equilibrio natural.