Traducido de Slay News por TierraPura
Un escándalo en la China comunista está provocando indignación mundial. Declaran oficialmente como un suicidio la muerte de un joven médico denunciante de un horrendo crimen.
La sentencia de suicidio se produce a pesar de pruebas evidentes que apuntan a un encubrimiento en los niveles más altos del establishment médico y político de China.
Luo Shuaiyu, un médico interno de 26 años que estaba a pocas semanas de terminar su carrera, fue encontrado muerto afuera del dormitorio de su escuela en mayo de 2024.
Su camisa estaba desaliñada y le faltaban dos botones.
Sus gafas también estaban rotas y abandonadas sobre su cama.
Las autoridades chinas no tardaron en declararlo suicidio.
Pero el público, y más importante aún, los propios padres de Luo, no lo creen.
Lo que Luo dejó atrás cuenta una historia muy diferente.
Antes de su muerte, Luo había reunido un conjunto incriminatorio de documentos y grabaciones que implicaban a médicos de alto rango del elitista Segundo Hospital Xiangya en cirugías ilegales, sustracción forzada de órganos y tráfico de órganos de niños.
Según se informa, se había negado a cumplir con las demandas de obtener donantes de niños para el hospital y se estaba preparando para exponer la corrupción.
Un poderoso cirujano llamado Liu Xiangfeng está en el centro de la controversia.
Posteriormente, Liu fue condenado a 17 años de prisión por realizar cirugías innecesarias a pacientes que nunca las necesitaron.
Las víctimas dijeron que Liu extrajo órganos bajo falsas promesas, manipuló pruebas e incluso falsificó cálculos biliares para justificar la práctica de cortar órganos de personas sanas.
Pero no terminó con Liu.
Las grabaciones de Luo revelaron una red más amplia.
En un video, Liu indicó que se debía extirpar el intestino delgado de un paciente, diciendo: «cuanto más largo, mejor».
Sin embargo, esos órganos no fueron desechados, sino que fueron reutilizados y, muy posiblemente, vendidos.
Aún más inquietante es que a Luo le ordenaron obtener 12 órganos infantiles: seis masculinos y seis femeninos.
Los órganos supuestamente iban a ser utilizados como “muestras”.
Según se informa, no había completado esta tarea en el momento de su muerte.
Sin embargo, en lugar de investigar los crímenes, las autoridades chinas intentaron enterrar la verdad.
El mismo hospital y universidad vinculados al escándalo lideraron la investigación.
Una rama de la policía local que previamente había desestimado las preocupaciones estuvo involucrada en dictaminar que la muerte fue un suicidio.
Las autoridades chinas presionaron entonces a la afligida familia de Luo para que firmara una declaración aceptando la conclusión del suicidio antes de devolver las pertenencias de su hijo.
Cuando recuperaron su computadora portátil y su teléfono, la mayoría de los datos recientes habían sido borrados.
Poco después de la muerte de Luo, se enviaron 853.000 yuanes (1,2 millones de dólares) a la familia, junto con una “petición” de permanecer en silencio.
Pero la familia se negó a participar.
El padre de Luo recurrió a Weibo y Douyin (la versión china de TikTok) y compartió de manera desafiante capturas de pantalla de archivos, registros de pagos y mensajes de texto.
El apoyo público explotó.
Uno de sus videos alcanzó los 14 millones de visualizaciones. Los comentaristas llamaron a Luo un héroe y a su padre un hombre valiente por no permitir que el sacrificio de su hijo cayera en el olvido.
Una carpeta en la computadora portátil de Luo titulada “materiales de queja”, creada en 2022, pintaba una imagen clara: se estaba preparando para denunciar uno de los abusos más perturbadores en el llamado sistema médico “moderno” de China.
Incluso los 61.000 dólares que Luo supuestamente había recibido en «facturación de servicios» fueron supuestamente transferidos directamente a una enfermera jefe, lo que generó serias preocupaciones sobre una red de tráfico de órganos en toda regla que operaba bajo el radar del Partido Comunista Chino.
Las autoridades insisten en que Luo se quitó la vida debido a su “bajo rendimiento académico”.
Pero pocos creen en esa narrativa hoy en día.
El público chino exige respuestas.
Destacados juristas califican la investigación de farsa y de conflicto.
Y la familia de Luo continúa luchando por la verdad, arriesgándolo todo en un país donde disentir es peligroso y donde los denunciantes a menudo terminan silenciados .
Esto no es solo una tragedia. Es un brutal recordatorio de la profunda podredumbre que yace en el control autoritario del PCCh sobre la vida, la muerte y todo lo demás.
Y es una razón más para que el mundo no pueda permitirse el lujo de mirar hacia otro lado.
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