Traducido de Gateway Pundit
El consenso entre los estamentos de inteligencia y defensa estadounidenses es que China representa la amenaza más amplia para los intereses económicos y de seguridad nacional de Estados Unidos. La Evaluación Anual de Amenazas de 2025 de la Comunidad de Inteligencia de EE. UU. identifica a China como la amenaza militar más amplia y robusta para las fuerzas estadounidenses, mientras que el FBI ha declarado que las actividades de contrainteligencia y espionaje económico del gobierno chino y del Partido Comunista Chino constituyen una grave amenaza para el bienestar económico y los valores democráticos de Estados Unidos.
La evaluación para 2025 de la Agencia de Inteligencia de Defensa señala a China como “el desafío del ritmo a largo plazo”, y señala que su modernización militar , su creciente presupuesto de defensa y su política exterior asertiva contribuyen al elevado riesgo para Estados Unidos.
Ante esta amenaza sin precedentes, muchos analistas chinos consideran la firme postura del presidente Trump como una respuesta necesaria para salvaguardar la soberanía, los intereses económicos y la seguridad nacional de Estados Unidos. El Informe sobre el Poder Militar de China de 2024 del Departamento de Defensa señala que el arsenal nuclear chino ha superado las 600 ojivas, y se prevé que supere las 1000 para 2030. Mientras tanto, el Representante Comercial de Estados Unidos informa que China persigue objetivos de producción y cuota de mercado que solo pueden alcanzarse por medios no comerciales en sectores económicos críticos.
Un análisis objetivo de las estrategias de administraciones anteriores hacia China muestra que Donald Trump ha implementado las medidas económicas más agresivas y completas de cualquier presidente estadounidense.
Antes de que el presidente Trump iniciara la guerra comercial entre Estados Unidos y China en 2018, los aranceles promedio de Estados Unidos sobre las importaciones chinas eran de tan solo el 3%, mientras que China imponía aranceles promedio de alrededor del 8% sobre los productos estadounidenses. Para corregir este desequilibrio, Trump implementó drásticos aumentos arancelarios, que para su segundo mandato habían alcanzado un promedio del 51,1% sobre todas las exportaciones chinas, un incremento de más de 15 veces. Estas medidas constituyeron la medida comercial más integral contra cualquier socio comercial importante de Estados Unidos en la historia moderna y fueron ampliamente consideradas por los partidarios de Trump como una respuesta justificada a décadas de prácticas desleales chinas.
En 2025, Trump amenazó con imponer aranceles de hasta el 145 % a todos los productos chinos. Si bien finalmente se negociaron a la baja, las tasas implementadas se mantienen en niveles sin precedentes. El impacto económico ha sido rápido: los ingresos arancelarios estadounidenses alcanzaron los 24 200 millones de dólares solo en mayo de 2025, mientras que las importaciones directas procedentes de China cayeron un 43 % interanual, alcanzando su nivel más bajo en 19 años. En total, se proyecta que los aranceles de 2025 generen 156 200 millones de dólares en ingresos federales, equivalentes al 0,51 % del PIB, lo que los convierte en el mayor aumento de impuestos desde 1993.
Más allá de los aranceles, la estrategia del presidente hacia China se extendió a una amplia disociación estratégica en múltiples sectores. Su administración impuso restricciones drásticas a la inversión china en industrias críticas estadounidenses, como tecnología, infraestructura, energía, atención médica, suministro de alimentos, tierras agrícolas, puertos y minerales, principalmente mediante la ampliación de las facultades del Comité de Inversión Extranjera en Estados Unidos (CFIUS).
Trump también restringió el acceso de China a los mercados de capital estadounidenses. La Orden Ejecutiva 13959, firmada el 12 de noviembre de 2020, prohibió a los inversores estadounidenses poseer valores en empresas identificadas como «empresas militares chinas comunistas», lo que obligó a la desinversión en docenas de importantes empresas chinas y desencadenó una separación financiera más amplia.
Paralelamente, Trump firmó la Ley de Responsabilidad de las Empresas Extranjeras, que crea un mecanismo para excluir a las empresas chinas de las bolsas de valores estadounidenses si incumplen las normas de auditoría estadounidenses durante tres años consecutivos. Desde su implementación, la SEC ha detectado a más de 135 empresas que dependen de auditores con sede en China o Hong Kong para posibles acciones futuras, aunque los mecanismos de cumplimiento y los acuerdos de acceso a auditorías han impedido exclusiones masivas de la bolsa a partir de 2025. Muchas empresas chinas han buscado proactivamente cotizaciones alternativas en Hong Kong y otras plazas en previsión de posibles medidas de cumplimiento en el futuro. Estas medidas pretendían aislar a las empresas chinas de los mercados de capitales más grandes del mundo.
La administración Trump también atacó la tecnología china con controles de exportación y prohibiciones directas. A Huawei Technologies se le prohibió comprar componentes vitales estadounidenses y se le excluyó de las redes de telecomunicaciones estadounidenses por motivos de seguridad nacional. Trump ordenó además la prohibición de las relaciones con los propietarios chinos de TikTok y WeChat, alegando preocupaciones similares. Estas medidas buscaban aislar a los gigantes tecnológicos chinos de tecnología estadounidense crítica y paralizar sus operaciones globales.
La estrategia de desvinculación de Trump se extendió al ámbito académico. El gobierno impuso estrictas restricciones de visado a estudiantes y académicos chinos, especialmente a aquellos vinculados al Partido Comunista Chino o inscritos en campos de investigación sensibles. El secretario de Estado, Marco Rubio, anunció que Estados Unidos comenzaría a revocar de forma agresiva dichas visas, lo que representa un cambio drástico respecto a décadas de intercambio académico.
En conjunto, estas medidas no arancelarias constituyeron la confrontación económica y tecnológica más amplia con China en la historia moderna de Estados Unidos. A diferencia de las administraciones anteriores, la estrategia de Trump fue unificada, de amplio alcance y explícitamente diseñada para lograr una desvinculación a largo plazo de la influencia del Partido Comunista Chino.