Fuente: La Gaceta
El Servicio Nacional de Salud británico (NHS, por sus siglas en inglés), financiado con impuestos públicos, ha comenzado a formar a su personal para asistir a hombres biológicos que se identifican como mujeres en procesos de inducción hormonal de lactancia, con el objetivo de que puedan amamantar a bebés.
La noticia ha provocado un auténtico escándalo en el Reino Unido. Mientras sectores médicos, juristas y defensoras de los derechos de las mujeres denuncian un ataque sin precedentes a la salud infantil y a la verdad biológica, las autoridades sanitarias han optado por avanzar en entrenamientos con grupos como The Queer Birth Club, una organización abiertamente ideológica que niega que sólo las mujeres puedan dar a luz o amamantar.
Ruth Lewis, una histórica consultora de lactancia, fue expulsada en 2024 de Leche League GB, una organización internacional con presencia en más de 80 países, por negarse a apoyar estos experimentos. Según Lewis, «no lo hacen por el bien del niño, lo hacen por sí mismos, para sugerir que son mujeres. No lo son. No son madres».
Lewis ha fundado una nueva organización, MoMa (Mothers of Maternal Advocacy), que ha recibido el apoyo público de figuras como J.K. Rowling y se dedica exclusivamente a apoyar a mujeres biológicas en la lactancia, ante lo que define como «una colonización ideológica de los espacios femeninos».
La denuncia más grave llega desde el plano médico. La doctora Louise Irvine, del propio NHS, afirma sin ambigüedad: «No hay pruebas científicas de que los hombres puedan producir leche adecuada para bebés». Y advierte: «Uno de los medicamentos utilizados, el Domperidone, puede provocar arritmias cardíacas. Si no lo podemos recetar directamente a los bebés, ¿por qué se permite que lo reciban a través de la leche materna inducida?». Además, la leche materna no es una sustancia uniforme. Su composición varía conforme al desarrollo del bebé. Pretender imitar ese proceso de forma artificial, sin control, supone un experimento social y médico sin precedentes.
En este contexto, un reciente fallo de la Corte Suprema británica reafirma lo obvio: ser mujer no es una identidad autopercibida, sino una realidad biológica. La sentencia respalda que los espacios exclusivamente femeninos pueden reservarse legalmente a mujeres de nacimiento, incluyendo organizaciones de lactancia. Esto permitiría, por ejemplo, que instituciones como MoMa rechacen legalmente atender a hombres biológicos con implantes mamarios y falda, sin que eso constituya discriminación.
The Telegraph ha revelado además que el NHS promueve la eliminación de la palabra «madre» en favor de expresiones como «persona gestante» o «personas con ovarios». Un paso más en el proceso de borrado sistemático de las mujeres biológicas bajo la coartada de la inclusión.
Lo que ocurre en el Reino Unido no es un fenómeno aislado. Es la expresión más avanzada del delirio identitario promovido por la ideología de género, que impone una visión anticientífica de la sexualidad humana, somete a los sistemas públicos de salud a dogmas ideológicos y pone en riesgo la integridad física de los más vulnerables: los recién nacidos.