En un contexto de desaceleración económica y una tasa de desempleo juvenil que supera el 14%, un número creciente de jóvenes chinos paga por acudir a oficinas y simular que trabajan. Esta inédita práctica, impulsada por la falta de empleos reales y las exigencias académicas y sociales, revela tensiones profundas en el mercado laboral, el sistema educativo y las políticas económicas de China.
La economía china experimenta un enfriamiento que impacta severamente en la generación de empleo, especialmente para los jóvenes recién graduados. Según datos oficiales, en 2025 se incorporarán al mercado laboral más de 12,22 millones de graduados universitarios, la cifra más alta en la historia del país. Sin embargo, la capacidad del mercado para absorber a estos profesionales es limitada, con una tasa de desempleo juvenil persistente superior al 14%, la más alta en una década.
Este escenario genera una paradoja: miles de jóvenes enfrentan la imposibilidad de acceder a puestos de trabajo formales, mientras que las universidades imponen normas estrictas que requieren presentar comprobantes de pasantías o contratos laborales para otorgar títulos. En este contexto nace un fenómeno inédito: pagar para “fingir” que se trabaja.La economía china experimenta un enfriamiento que impacta severamente en la generación de empleo, especialmente para los jóvenes recién graduados. Según datos oficiales, en 2025 se incorporarán al mercado laboral más de 12,22 millones de graduados universitarios, la cifra más alta en la historia del país. Sin embargo, la capacidad del mercado para absorber a estos profesionales es limitada, con una tasa de desempleo juvenil persistente superior al 14%, la más alta en una década.
Este escenario genera una paradoja: miles de jóvenes enfrentan la imposibilidad de acceder a puestos de trabajo formales, mientras que las universidades imponen normas estrictas que requieren presentar comprobantes de pasantías o contratos laborales para otorgar títulos. En este contexto nace un fenómeno inédito: pagar para “fingir” que se trabaja.
Empresas especializadas en “simulación de empleo” han emergido en grandes ciudades como Dongguan, Shenzhen, Shanghái, Nanjing, Wuhan, Chengdu y Kunming. Un ejemplo paradigmático es la “Pretend To Work Company” de Dongguan, que desde abril de 2025 ofrece espacios equipados con oficinas funcionales, acceso a internet, ordenadores, salas de reuniones y hasta servicios de cafetería y almuerzos incluidos en tarifas que oscilan entre 30 y 50 yuanes diarios (4 a 7 dólares estadounidenses).
Los usuarios de estos servicios –que incluyen recién graduados, freelancers y nómadas digitales– pueden usar el espacio para buscar trabajo real, desarrollar emprendimientos propios o simplemente cumplir con las demandas académicas mostrando presencia física. El propietario de “Pretend To Work Company”, Feiyu (seudónimo), reconoce que el 40% de sus clientes son universitarios que necesitan demostrar pasantías y que el 60% restante son profesionales flexibles que buscan un espacio de trabajo estructurado.
Christian Yao, profesor de la Escuela de Administración de la Universidad Victoria de Wellington, explica que “el fenómeno de fingir que se trabaja es una respuesta a la transformación económica y el desajuste entre la educación y el mercado laboral. Estos espacios funcionan como soluciones de transición para que los jóvenes puedan reflexionar y preparar sus próximos pasos.”
Para muchos jóvenes, como Shui Zhou, ex dueño de un negocio gastronómico que fracasó, acudir a estas oficinas mejora su autodisciplina y les brinda un sentido de pertenencia. Zhou relata: “Me siento muy feliz, como si estuviéramos trabajando juntos como un grupo.” Asimismo, Xiaowen Tang, graduada universitaria que utilizó un puesto en Shanghái para simular una pasantía, afirma: “Si vas a fingir, finge hasta el final.”
Desde un enfoque antropológico, Biao Xiang, director del Instituto Max Planck de Antropología Social, considera que la simulación es un “cascarón protector” que los jóvenes usan para distanciarse de la presión social y crear un espacio propio ante la falta de oportunidades reales.
Implicancias sociales, económicas e institucionales
Este fenómeno refleja múltiples desafíos estructurales en la economía china:
- Mercado laboral saturado y falta de empleos formales: la incapacidad del sistema para absorber a graduados genera incertidumbre, frustración y cambios en las dinámicas laborales tradicionales.
- Tensiones educativas: la exigencia de comprobantes de pasantías para la graduación impulsa prácticas de simulación que cuestionan la eficacia y pertinencia de la formación universitaria frente a las demandas reales del mercado.
- Nuevas formas de empleo flexible y la economía gig: el auge de trabajadores freelance y nómadas digitales amplía la diversidad de modalidades laborales, pero también incrementa la precariedad y la necesidad de espacios de trabajo adecuados.
- Impacto psicológico y social: el aislamiento, la presión familiar y la inseguridad profesional promueven la búsqueda de espacios colectivos que permitan mantener una rutina y sentido de dignidad.
El modelo de “trabajo simulado” podría interpretarse como un experimento social, según Feiyu, que aspira a que estos espacios se transformen en verdaderos puntos de partida para la inserción laboral real. Sin embargo, persisten dudas sobre su viabilidad a largo plazo y su capacidad para generar empleos genuinos.
Mientras tanto, jóvenes como Zhou están invirtiendo en la adquisición de nuevas competencias, especialmente en tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, que se perfila como un factor decisivo para mejorar sus oportunidades laborales.
Las autoridades chinas enfrentan el desafío de adaptar las políticas educativas y laborales para cerrar la brecha entre formación y empleo, promover la creación de puestos de trabajo y flexibilizar la transición al mundo profesional. El fenómeno revela la urgencia de reformas estructurales que aborden tanto la oferta educativa como la demanda del mercado laboral, en un contexto de cambios económicos globales y tensiones internas.