Fuente: Voz Media
Por Karina Mariani
Argentina es un país vertiginoso y muy difícil de entender. Por eso son tan esforzados como disparatados los análisis que están haciendo los periodistas internacionales para explicar por qué, este mismo año, en el mes de mayo le dijeron a su público que Milei triunfó rotundamente en las elecciones de la capital de la nación; luego, en septiembre, le dijeron a sus lectores que Milei había caído brutalmente derrotado por el kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, y que a duras penas podría terminar su mandato; y ayer les tuvieron que decir que el presidente argentino había tenido un triunfo arrasador que casi le asegura un segundo período.
Entender lo que pasó este domingo demanda comprender algunas dinámicas locales, algunas ayudas internacionales y un espíritu de época que sirve para dar cuenta ya no sólo de la política argentina, sino de un cambio de paradigma que se aplica al resto de las democracias liberales.
Vayamos de menor a mayor, apelando a la gracia y paciencia del lector que sabe que no se entienden procesos complejos leyendo posteos en X.
¿Qué pasó anoche?
El partido del presidente argentino Javier Milei, La Libertad Avanza (LLA), ganó las elecciones de medio término con casi el 41% de los votos. La oposición, el peronismo kirchnerista, quedó casi 10 puntos por debajo. Milei ganó en el histórico bastión del peronismo: la provincia de Buenos Aires, donde había perdido por 14 puntos el mes pasado en las elecciones distritales. ¿Qué pasó para que el Gobierno ganara luego de una megacrisis exprés que forzó una intervención del Tesoro de Estados Unidos, la renuncia del candidato más importante enredado en denuncias de financiación narco, la caída de ministros que saltaron del barco a horas de la elección y de una desatada interna palaciega extendida a una pelea sangrienta en el barro de las redes sociales?
Pasó lisa y llanamente Milei. El único sostén de un fenómeno mundial sin precedentes. Pasó la mística de una prédica antisistema tan potente que logró superar los múltiples errores que su Administración ha cometido en estos dos años. Pasó el hombre que, sin experiencia, ni estructura, ni modales, ni ningún elemento necesario para hacer una carrera política tradicional, logró representar el descontento con una forma de administración y de representación que hoy está en crisis en todo el globo.
Sólo con esto, Milei —a pesar de todos los ataques externos y tiros en los pies internos— sigue conservando un diferencial positivo. Y ahora triunfó en las elecciones donde fracasaron muchos otros con mejores condiciones de gobernabilidad, ya que en la mayoría de las elecciones de medio término los oficialismos argentinos fueron derrotados.
Ahora el mandatario argentino tendrá bloques parlamentarios serios. El modesto objetivo que se había impuesto el propio presidente Milei en sus horas bajas fue holgadamente superado. El Gobierno tiene asegurado un bloque tan importante que lo deja a tiro de conseguir, con algunos aliados, el quórum propio. Si se suman los legisladores puros más los del macrismo y algunos diputados que ahora quedarán huérfanos, y buscarán de seguro el cobijo oficial, el presidente podría manejar la agenda parlamentaria que le fue tan esquiva en la primera mitad de su administración.
Una agrupación de gobernadores que pensaba enfrentarlo nació muerta, y su humillante fracaso deja en bandeja al Gobierno la posibilidad de domesticar a los mandatarios provinciales que fueron responsables de voraces jugadas parlamentarias realizadas en la previa electoral. El domingo se les quemaron todos los papeles. En el Senado, el Gobierno pasó de tener apenas 6 representantes a manejar un bloque de 26 legisladores, a los que se podrán sumar senadores súbitamente afines. Nombrar jueces de la Corte ahora será un paseo por el parque.
Si Milei logra dominar a los diputados y senadores propios (muchos de los cuales ingresaron en el marco de su partido por culpa de un nefasto armado territorial que el presidente mal delegó y que le ocasionó los peores sinsabores), habrá conseguido evitar leyes demagógicas y muchas veces directamente destituyentes. Finalmente, el presidente deberá analizar la caída en el porcentaje de votantes, que representó una de las marcas más bajas en el historial de elecciones, y que puede ser síntoma de un descontento a la espera de un político que catalice ese malestar en alguna vertiente opositora que hoy no tiene cauce.
Esto nos lleva a hablar de la oposición:
I see dead people
Tan importante es el impulso de Milei y sus ideas en el triunfo de ayer, como el hecho de que hay mucha más gente que detesta al kirchnerismo de lo que el imaginario político y mediático desea.
Esta verdad evidente la conoce perfectamente Cristina Kirchner desde 2019, año en el que se decidió a sacar del sarcófago a un personaje vil como Alberto Fernández, porque incluso él tenía mejor imagen que ella para competir en las presidenciales. El repudio al peronismo en cualquiera de sus formas es un fenómeno creciente, inclusive en el bastión de la provincia de Buenos Aires. Por eso la elección de septiembre despertó la alarma de un segmento desmotivado, que no está muy de acuerdo con Milei, pero lo prefiere mil veces frente al kirchnerismo. Se podría decir que la oposición “perdió al ganar”, porque despertó el temor a que otra derrota debilitara al Gobierno y volviera el peronismo.
Con la derrota, el “sucesor” de Cristina, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, pasó de ser el líder del peronismo y un presidenciable a chivo expiatorio de la derrota. Cristina Kirchner le va a facturar el haber desdoblado la elección distrital y generado este miedo a la vuelta del kirchnerismo, pero el gobernador bonaerense podría recriminar que el miedo a la vuelta del kirchnerismo se centra fundamentalmente en la figura de Cristina Kirchner. Esta interna de imposible resolución se manifestó anoche, cuando Cristina bailó en su balcón mientras su agrupación perdía la elección. Fuera de estos dos perdidosos personajes, el peronismo no tiene absolutamente nada. O sea que el partido más importante de la oposición depende de la pelea de una presa y un muerto político.
La Boleta Única de Papel (BUP), la gran ganadora
El Gobierno sacó pecho de otra victoria que puede adjudicarse: por primera vez a nivel nacional se votó con la BUP, un tiro letal al modo de hacer campaña del peronismo en las últimas décadas. Ocurre que el proselitismo peronista se venía haciendo con unas largas boletas electorales que se imprimían en locales de “amigos” y que empapelaban los distritos durante la campaña. Estas boletas, caras y fácilmente falsificables, demandaban para su creación y distribución del aparato estatal, de modo que la elección dependía del poder de los “aparatos territoriales” que las distribuían antes y durante la elección a modo de convencimiento-imposición. Innúmeros fraudes y negociados dependían de estos trozos de papel que se repartían en todos lados, incluyendo iglesias o escuelas. Todo eso se desvaneció con la BUP.
¿Cuánto de la victoria le debe Milei a Trump?
La gestión de Milei ha tenido altibajos que se tradujeron en una reconfiguración del apoyo ciudadano. A un inicio potente le siguió un período amesetado, cuando no un retroceso, tanto en cuestiones económicas como en el marco de otras reformas prometidas y olvidadas.
Sus partidarios más fanáticos sostienen que la falta de avances en temas como la reforma y achicamiento del Estado, la falta de reducción real del gasto o la demorada reducción de impuestos y apertura de mercados se debe a su debilidad parlamentaria. Esto es una verdad a medias, que de todas formas está a punto de cambiar debido a la nueva conformación del Congreso, de manera tal que a Milei le quedan dos años para mostrar si lo que pregona en escenarios internacionales finalmente se traducirá en hechos nacionales, o se diluirá en otra oportunidad perdida, como ocurrió con Mauricio Macri.
Pero hay un aspecto en el que Milei es muy superior al expresidente Macri, y es en su política exterior. Milei se mantuvo firme en su posicionamiento geopolítico y fue su mayor acierto por fuera del control de la inflación. Las encuestas que evalúan el apoyo al presidente valoran esto como lo más positivo. La agenda internacional de Milei es excepcional para un país que durante décadas estuvo alineado con los gobiernos más totalitarios del mundo.
En ese sentido, el mandatario argentino nunca dudó en profundizar su apoyo a Trump, aun cuando esto no era conveniente durante la Administración Biden, y el republicano parece apreciar aquel gesto. Por eso, la Administración Trump no escatimó apoyos al argentino y se puso a su favor tanto política como económicamente. El espaldarazo de Trump le da chances a Milei para realizar las reformas que necesite al programa económico, y ese aire ha sido clave para esta victoria.
Nuevamente, los periodistas internacionales deberán explicarle a sus lectores cómo pasaron de decir que la economía de Milei era un éxito fulgurante a tener que explicar las razones del paquete de ayuda que Scott Bessent debió darle para llegar sin ahogarse a las elecciones; porque, según el presidente Trump, “se están muriendo”. Pero lo cierto es que, aun con las declaraciones del republicano que hicieron temblar a los mercados porteños, ambos mandatarios han establecido una relación asimétrica pero simbiótica, que sin dudas ha rendido pingües beneficios al libertario.
¿Existe una enseñanza para Milei en esta elección? ¿Es extrapolable al resto de la derecha mundial?
La victoria que le allanó al Gobierno argentino una cómoda situación en el Congreso no alivió las tensiones al interior del Gabinete. Milei deberá ponerse de nuevo por encima de las disputas de su círculo rojo y no cometer el error de creer que la euforia del triunfo ordena la interna.
El presidente argentino entendió que en la campaña lo más importante era su mensaje directo, y por eso hizo un giro en la estrategia y se puso al hombro la campaña: pasó a ser sujeto de la elección, con un mensaje claro que le permitió recuperar a una parte significativa del electorado independiente. Con él como protagonista, los intentos de destruir a su gobierno fueron inútiles. Un mensaje contundente como el de “sé que falta mucho por hacer, no es momento de dudar” cambió el rumbo de la opinión pública.
Muchos de los que votaron por LLA volvieron a identificarse con Milei por sus últimas actuaciones, pero también están cansados de la falta de resultados y de los errores del Gobierno. Milei no debería desilusionarlos, sino aprovechar esta segunda oportunidad que le entrega la gente, que puede deteriorarse rápidamente, como ocurrió con el macrismo. Los sectores que hoy le dieron el triunfo a Milei apoyan sus ideas, pero pueden creer que están mal implementadas. El Gobierno debería entender que sus votos no son incondicionales.
El cambio de época
El respaldo recibido por Milei reafirma la legitimidad de su propuesta ante una ciudadanía ávida de cambios profundos, permanentes y estructurales que apunten a la libertad individual, a los mercados libres, a la amistad con el eje procapitalista y prooccidental, y al respeto por la propiedad. Milei ha logrado robustecer esta demanda hasta en sectores que hasta hace poco se mantenían escépticos. La capacidad de encauzar estas demandas le permitió consolidar una base de apoyo significativa, a pesar de sus excéntricas formas, sus internas ridículas y de los escándalos esperpénticos.
De cara al futuro inmediato, el desafío radica en mantener esa esperanza, esa expectativa y la claridad de su propuesta original y del programa que le dio relevancia y lo puso en el poder. Sus círculos de apoyo pueden ser importantes para su persona, pero no representan nada para el resto de los votantes y de los simpatizantes. Milei se equivocó al querer promover forzadamente liderazgos que generaron rechazo lógico al nepotismo y que no le sumaron ni épica ni narrativa. A la hora de la verdad, para ganar la elección volvió a ser necesaria su figura y su carisma, que no se contagia, por más que al presidente le duela.
El resultado electoral argentino no puede leerse sólo en clave coyuntural, o por estrategias de campaña o de gestión. Existe una profunda mutación social previa a la aparición de Milei que fue la condición indispensable para que su proyecto llegara al poder. Esa mutación es hoy transversal en el resto de las democracias liberales y por eso su caso ejemplifica un proceso que no es aislado.
La administración de los Estados democráticos responde cada vez menos a las inquietudes de una sociedad que se percibe asfixiada y traicionada. Lo mismo ocurre con las representaciones políticas tradicionales, a eso que llamamos “los partidos de Estado”, que intentan ignorar una sensación de decepción de un electorado crecientemente escéptico. Luego del milagro de ganar la presidencia y de dos duros años de gestión, Milei sigue encarando una rebelión plebeya que hoy tiene más poder y más fuerza. Si logra convertirla en reformas concretas y duraderas, su gobierno podrá ser recordado como el inicio de una restauración republicana genuina e inspiradora para el resto de la región. No sólo los argentinos, sino todos los que valoran la libertad en el mundo, cuentan con eso.









