Durante años, los responsables políticos de Estados Unidos han tratado el narcotráfico como una amenaza para la seguridad nacional, y no simplemente como un problema de delincuencia común. España, en cambio, sigue abordando uno de los principales puntos de entrada de drogas en Europa como una cuestión de orden público regional.
El resultado es una brecha estratégica cada vez mayor en el frente atlántico del narcotráfico transnacional, una brecha que afecta de forma creciente a los intereses estadounidenses.
En el epicentro de este fallo se encuentra Huelva, una provincia del suroeste de España que se ha consolidado como un corredor logístico clave para la entrada de cocaína procedente de Hispanoamérica y de hachís desde el norte de África.
El problema no es la geografía española, sino las decisiones políticas e institucionales adoptadas en Madrid.
Una puerta de entrada insuficientemente protegida
Huelva se sitúa en la costa atlántica, frente a las mismas rutas transoceánicas que utilizan las redes criminales para trasladar cocaína desde Colombia, Perú y Bolivia.
Los cargamentos llegan en buques portacontenedores, veleros y embarcaciones semisumergibles, y posteriormente se transbordan a lanchas rápidas que aprovechan estuarios y sistemas fluviales escasamente vigilados por las autoridades españolas.
España es hoy responsable de una parte significativa de la cocaína que entra en la Unión Europea. Sin embargo, el Gobierno no ha designado a Huelva como zona de seguridad especial, a diferencia del Campo de Gibraltar, en Cádiz, que obtuvo ese estatus tras años de violencia.
Esta decisión corresponde directamente al Ministerio del Interior, dirigido por Fernando Grande-Marlaska, responsable de la Guardia Civil y de la planificación de la seguridad nacional.
Pese a las reiteradas advertencias de sindicatos policiales y expertos en seguridad, el Ministerio del Interior no ha dotado a la zona de:
- Un número suficiente de patrulleras marítimas
- Sistemas avanzados de vigilancia costera mediante radar y drones
- Unidades tácticas ampliadas y entrenadas para la interdicción marítima armada
Narcotráfico militarizado, respuesta policial civil
Las organizaciones criminales que operan en la costa sur de España emplean de forma habitual fusiles de asalto y armamento de grado militar para proteger cargamentos de cocaína valorados en millones de dólares. Esta escalada está ampliamente documentada por asociaciones profesionales de las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, las unidades de la Guardia Civil en Huelva siguen estando estructuralmente mal equipadas y sometidas a marcos legales y operativos diseñados para combatir la delincuencia ordinaria, no una insurgencia criminal híbrida. El Gobierno español continúa presentando el problema como una cuestión policial, en lugar de reconocerlo como una emergencia de seguridad.
Esto responde a una decisión política más amplia: España no ha reclasificado el narcotráfico a gran escala como una amenaza para la seguridad nacional, una medida que permitiría ampliar competencias, recursos y coordinación entre organismos.
Parálisis judicial estructural
El sistema antidroga español depende en gran medida del procesamiento judicial, pero está claramente desbordado. Huelva padece una grave escasez de fiscales especializados en narcotráfico y de jueces de instrucción, una situación que recae bajo la responsabilidad del Ministerio de Justicia.
Los procedimientos complejos que implican redes internacionales, comunicaciones cifradas, medios marítimos, armas de fuego y blanqueo de capitales suelen tardar más de un año en alcanzar fases procesales decisivas. Cuando la persecución penal se vuelve lenta y previsible, la capacidad disuasoria desaparece.
Desde una perspectiva estadounidense, esto equivaldría a intentar desmantelar un cártel utilizando únicamente tribunales de ámbito local y una coordinación federal mínima.
Marruecos, Inmigración y silencio estratégico
La relación de España con Marruecos ilustra con claridad los equilibrios políticos que condicionan esta crisis. El norte de Marruecos sigue siendo el mayor productor mundial de hachís, gran parte del cual entra en Europa a través del sur de España.
A pesar de ello, Madrid ha evitado ejercer una presión sostenida sobre Rabat, priorizando un supuesto control inmigratorio y la estabilidad diplomática. Este enfoque se coordina al más alto nivel del Estado, incluyendo el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Presidencia del Gobierno.
La elección implícita es evidente: el narcotráfico se tolera como un problema secundario para evitar tensiones diplomáticas. Para las redes criminales, esta previsibilidad resulta extremadamente valiosa.
Venezuela y la ambigüedad diplomática española
La postura de España frente a Venezuela debilita aún más su credibilidad en materia de cooperación antidroga. Diversas investigaciones internacionales y evaluaciones de inteligencia han vinculado a elementos del régimen de Nicolás Maduro con redes de tráfico de cocaína que facilitan envíos hacia Europa.
Mientras Estados Unidos ha impuesto sanciones severas y ha presentado acusaciones penales contra funcionarios venezolanos y actores vinculados a cárteles, España ha optado por una política de diálogo y mediación, distanciándose públicamente de las campañas de presión estadounidenses.
Esta línea, impulsada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y respaldada por el Gobierno de Pedro Sánchez, prioriza el entendimiento frente a la confrontación. Para Washington, esta postura genera dudas sobre la coherencia dentro de la OTAN y la solidez de la cooperación en seguridad transatlántica.
La amenaza COCIDIT: España ante una realidad ya asumida por EE.UU.
El analista de seguridad Diego Miranda del Grupo GEES ha advertido que España se enfrenta a una amenaza de nivel COCIDIT (Crimen Organizado, Corrupción Institucional y Delincuencia Transnacional) caracterizada por sistemas criminales:
- Coordinados a través de fronteras;
- Internacionales en financiación y logística;
- Distribuidos en jurisdicciones débiles e
- Integrados con protección política y corrupción.
- Estados Unidos ya ha adaptado su enfoque a esta realidad.
Washington trata a las principales organizaciones de narcotráfico como amenazas híbridas a la seguridad, recurriendo a:
- Sanciones del Departamento del TesoroFuerzas de interdicción marítima
- Operaciones basadas en inteligencia
- Delitos de conspiración criminalFuerzas de tarea internacionales conjuntas
España aún no ha dado ese paso.
Por qué esto importa a Estados Unidos
Desde la perspectiva estadounidense, la inacción de España no es solo un problema europeo. Las redes de tráfico de cocaína son, por definición, transatlánticas. Una aplicación débil de la ley en España:
- Refuerza a los cárteles globales.
- Aumenta la disponibilidad y la pureza de la cocaína en Europa.
- Genera ingresos que alimentan la corrupción, el tráfico de armas y la desestabilización en Hispanoamérica.
- Debilitan la seguridad interna de los aliados de la OTAN.
Estados Unidos no puede presionar eficazmente a los países de origen en Hispanoamérica mientras un aliado europeo clave mantiene desprotegido su principal punto de entrada atlántico.
Un fracaso político, no inevitable
La costa atlántica sur de España no es insegura porque no pueda protegerse, sino porque el Ministerio del Interior, el Ministerio de Justicia y el Ministerio de Asuntos Exteriores, bajo la dirección política del Gobierno de Pedro Sánchez, no han tratado el narcotráfico como la amenaza estratégica en la que se ha convertido.
Hasta que España adopte un enfoque centrado en la seguridad —similar al que aplica actualmente Estados Unidos—, Huelva seguirá siendo una puerta de entrada fiable para las redes criminales globales, y el flanco sur de Europa continuará peligrosamente debilitado.
Para Washington, el mensaje es claro: la alineación transatlántica en materia de política antidroga no puede quedarse en la retórica. Debe afrontar realidades incómodas tanto entre aliados como entre adversarios.









